lunes, 1 de abril de 2013

¿De qué se trata la INFLACIÓN?


¿Cuál es la inflación real de la Argentina? ¿Por qué hay inflación? ¿Quiénes son los culpables, y quienes las víctimas? ¿Quienes se benefician? No cabe duda de que la inflación es un fenómeno regresivo para toda la economía y que no hay nada más inocultable que la suba de precios.
En las siguientes líneas ensayaremos una explicación  de los orígenes y causas de este tema complejo pasando por distintos factores: Desarrollo productivo, distribución de las ganancias, grupos concentrados, exportaciones agrarias, industria nacional…
El por qué y cómo de este problema estructural que día a día golpea el bolsillo de las familias trabajadoras y el porvenir productivo nacional.

Orígenes en la historia reciente de la inflación actual

A propuesta de la ideología neoliberal, la hiperinflación de los 80 fue frenada a principios de los noventa con la Convertibilidad (paridad cambiaria en la que un peso era igual a un dólar). No obstante, la propuesta neoliberal incluía con esto hipotecar el futuro del país regalando nuestra industria a los productos importados y vaciando el Estado con el proceso de privatizaciones y extranjerización más profundo y abrupto que ha vivido nuestra historia.

Y aunque a comienzos de los años noventa se registraron altas tasas de crecimiento, el rápido deterioro de los indicadores laborales y el aumento incesante de la pobreza y la indigencia ayudaron a repensar la relación entre crecimiento y empleo.

La crisis del 2001 evidenció que Argentina tenía enormes dificultades para generar empleo donde más de la mitad de la población se ubicó por debajo de la “línea de pobreza”, y donde la destrucción de puestos de trabajo implicó que la tasa de desocupación alcanzara a prácticamente un 25% de la fuerza laboral. Todo esto debido a la creciente desarticulación y reprimarización de su entramado productivo, con niveles de endeudamiento y de fuga de capitales insostenibles.

Pasados once años de dicha crisis, muchas cosas cambiaron pero no se ha logrado modificar la premisa de que el mejor camino para alcanzar el desarrollo es a partir de generar altas tasas de crecimiento que impacten positivamente en el mercado de trabajo, dado que esta dinámica supuestamente iría provocando un efecto derrame positivo que mejoraría la distribución del ingreso.
La distribución del ingreso no puede abordarse meramente como una cuestión que deviene de otras, sino que debe situarse en el centro del debate sobre desarrollo.

Gracias al abandono de la convertibilidad, al cese al pago de la deuda externa, y al crecimiento de las exportaciones de soja y materias primas en general, el país registró para el período 2003-2010 un ritmo de crecimiento económico sin precedentes, del 8% anual promedio. Este crecimiento habilitó la “salida del infierno” del 2002 viabilizando la necesidad de crear empleo constatada en que el nivel del mismo crecía al tiempo que se expandía el ingreso real de los ocupados, lo que hacía posible que los trabajadores ocupados participaran de la riqueza generada.
Aunque esta dinámica positiva no alcanzó.
Si tomamos la situación social en que nos encontrábamos en 1997 y se la compara con la del 2007, se puede comprobar que el incremento en el nivel de actividad fue de un 30% en tanto que el aumento del empleo fue menor (de un 15%). A esto se le suma el considerable dato de que el ingreso promedio real se mantuvo en 2007 un 20% por debajo del vigente en aquel momento. Es decir, la expansión del nivel de actividad se realizó sobre la base de un mayor grado de explotación de la fuerza laboral. La dinámica seguida por la economía argentina ha demostrado resultados positivos en cuanto al crecimiento económico y a la generación de empleo, pero no tuvo real  impacto sobre la matriz distributiva y en consecuencia se cimentó un nuevo y más deteriorado piso distributivo sobre el que se edificó el crecimiento.

Por lo tanto no alcanza con postular que la vía hacia el desarrollo y la equidad distributiva devienen de una relación virtuosa exclusiva entre crecimiento y empleo. La ganancia es el motor del sistema capitalista y su distribución es una problemática central de la economía política y resultado directo de la correlación de fuerzas entre capital y trabajo.

Una propicia evolución de las variables económicas y laborales (ampliación del empleo y mejoras del salario), un nivel creciente de organización sindical y de convenios colectivos de trabajo registrados (en blanco), son factores que mejoran la capacidad de la clase trabajadora de disputar mayores proporciones del producto.

Una distribución progresiva del ingreso implica que no la pensemos como un efecto derivado de otras situaciones, sino que debe ser ubicada en el lugar central de los objetivos de la política económica, ya que es condición necesaria para el desarrollo.

Menos distribución, más inflación

La riqueza generada en esta década de crecimiento fue capturada sobre todo por las empresas más concentradas. De esta manera las 200 firmas de la cúpula económica que en 1997 presentaban un monto global de facturación equivalente al 31,6% del PBI, en el 2007 representaban el 51,3%. Esta mayor concentración se expresó en la creciente desigualdad en la distribución del ingreso.

Esa desigualdad nos lleva a la paradoja de que en una sociedad más rica (con un crecimiento del 30% de PBI) la tasa que mide la indigencia (quienes poseen ingresos inferiores a los necesarios para comprar los alimentos básicos para vivir) haya pasado del 6% en 1997 al 11% en 2007, casi duplicándose.

Sin embargo, toda esta comparación no pretende ser una defensa del menemismo que desde el MTA combatimos. En esos años a través de la desindustrialización y el endeudamiento se rifó al país generando consecuencias que estallaron en el 2001 pero que también hoy heredamos y que determinan una parte de los problemas del presente. Pero muy al contrario de una defensa, esta comparación lo que pretende es demostrar que no hemos logrado superar los problemas de fondo y que inclusive algunos diagnósticos en cuanto a la situación del trabajador han empeorado. El gobierno nacional extrajo y maniobró parte de la renta que surgió del crecimiento económico post-convertibilidad y con ello impulsó distintas políticas. Pero no intervino ni aprovechó los mejores años de crecimiento para transformar verdaderamente el modelo económico de los noventa y de ese modo generar desarrollo nacional para la independencia económica y distribución del ingreso para la justicia social.
Y lo más preocupante de este asunto es que de la renta que surge del ahora desacelerado crecimiento económico, el gobierno extrae cada vez menos de la parte empresaria y cada vez más de los trabajadores. La inflación es causa y consecuencia de la desigualdad en la distribución del ingreso.

La inflación es causa de la mayor extracción a los trabajadores porque al no aumentar los topes del mínimo no imponible y de las asignaciones familiares (mientras que crecen nominalmente los salarios intentando alcanzar la suba de precios) el Estado aumenta su recaudación a expensas de los laburantes.

Y la inflación es consecuencia de esta situación desigual porque la Argentina sólo llegará al desarrollo nacional (que implica pleno empleo de los trabajadores, del capital y de la capacidad productiva) si redistribuye su ingreso. El “derrame de riqueza” que puede generar el crecimiento económico de por sí no es equitativo, y al respecto de esto vale aclarar que no se llega al desarrollo simplemente creciendo: el Estado debe generar políticas que modifiquen la estructura económica para que la puja distributiva expresada en el PBI lleve a los trabajadores a por lo menos una participación del 50%, como señalara el General Perón al hablar del fifty fifty (mitad y mitad) al que efectivamente se alcanzó tras su regreso en 1974. (*ver recuadro PBI)

Pero ¿cuál es el vínculo de la distribución de la riqueza con la inflación? Los precios de los bienes y servicios, así como el salario (que puede ser considerado como un precio laboral ya que ‘precio’ es el valor monetario que se le asigna a cada tarea, sea trabajar, vender, o producir), representan en el mercado a los distintos actores sociales, y por lo tanto la desigual evolución de los mismos (algunos suben más que otros) define los procesos de transferencias de excedente y de división de la riqueza. Es decir que la desigualdad de poder se manifiesta en la sociedad a través del dispar aumento de los precios. Esta relación es recíproca. Por ende un plan de estabilización o contención de precios supone un modo de intervenir en la puja por el reparto de la riqueza generada.
La decisión oficial de no asumir como problema (o asumirlo mal) al fenómeno inflacionario convalida y reproduce los predominios económicos existentes.

No está de más recordar que la inflación es un fenómeno regresivo por definición (porque es un “impuestazo” generalizado que no discrimina la capacidad económica de la población), y que son los sectores más postergados los que destinan una proporción relativamente superior de sus ingresos a la compra de alimentos (estos tuvieron un crecimiento del 30% para el 2010), por lo que el daño social castiga más dura y crudamente a quienes menos tienen.
Es una obviedad señalar que no se puede resolver un problema si previamente no se lo reconoce como tal.

PBI: [RECUADRO DIFERENCIADO DEL CUERPO PRINCIPAL]

El PBI es una medida macroeconómica que expresa el valor monetario de la producción de bienes y servicios de un país durante un año. El PIB es usado como una medida del bienestar material de una sociedad. Una de las formas de calcularlo es a través del “método de la distribución” o “método del ingreso”.
¿Quiénes reciben ingresos? Las familias trabajadoras, las empresas y los dueños de la tierra. Mediante éste método sumamos los ingresos de todos los factores que contribuyen al proceso productivo, como por ejemplo, sueldos y salarios, comisiones, alquileres, derechos de autor, honorarios, intereses, utilidades, etc.


Motivos del crecimiento post convertibilidad

Las elevadas tasas de inflación desde el 2007 están directamente vinculadas con el agotamiento de las condiciones que hicieron posible la fase de crecimiento acelerado iniciado a mediados de 2002:
Debido a la convertibilidad, que abarataba la importación de productos que se hacían acá, muchas fábricas quebraron y otras se redujeron. De esta forma se amplió la capacidad ociosa de las empresas y la disponibilidad de infraestructura económica (en materia de transporte y energía) al tiempo que empezaba a crecer vertiginosamente el desempleo.
Luego, tras la convertibilidad, la acelerada expansión del nivel de actividad se basó fundamentalmente en la utilización de la capacidad ociosa de las empresas, pero no en la expansión de la inversión en capacidad instalada.

Hay muchas características determinantes de esta “actitud” empresaria ante la inversión que deben mencionarse para lograr una comprensión acabada.

Las principales firmas, con el poder que les otorga la concentración, tienen una extraordinaria capacidad de fijar precios con independencia de sus costos y trasladar estos aumentos al resto de la economía. Al mismo tiempo, la falta de inversión debe explicarse en el marco de las ganancias extraordinarias que las principales firmas realizan en la depredación de nuestros recursos naturales, en la oligopolización de mercados claves (como la siderurgia o la petroquímica), y en el usufructo de una fuerza laboral a un precio deteriorado (el 50% de los ocupados gana por debajo del salario mínimo). Los factores mencionados configuran arbitrariedades a favor de los grandes empresarios que tienen las manos libres para aumentar precios hechando leña al fuego de la inflación.

Todo esto hace entendible que la base de ese crecimiento entre el 2002 y el 2007 no haya sido la inversión, porque nos encontramos en un ordenamiento económico determinado por una concentración alta de los medios de producción en el contexto de un perfil productivo que premia la apropiación de ganancias extraordinarias sin esfuerzo inversor.

Concentración y monopolización

Nos encontramos frente a una tremenda disparidad de precios que se produce entre los distintos sectores de la economía. Disparidad que beneficia a los sectores más concentrados por su poder en la formación de precios de los bienes o servicios, cuya oferta o demanda tienen capacidad de controlar.

El Estado con su accionar sobre determinados precios (sin olvidar que el salario puede ser considerado como ‘precio laboral’) puede hacer que algunos de ellos no suban o suban menos que la inflación. Por ejemplo cuando se pone un tope a los aumentos de salarios, las tarifas, o al precio de un producto en particular. Se dice que eso opera como un ancla para la inflación.

Por supuesto que una política de defensa del valor del peso no puede limitarse sólo al aspecto restrictivo de la remarcación mediante disposiciónes administrativas, sino que debe ser integral encarando todos los factores de la inflación, por el lado de la oferta y la demanda y con una política de ingresos y salarios que ponga lo principal en la defensa y el desarrollo de la producción nacional y el bienestar del pueblo. Sino, los precios no controlados aumentan con una rapidez mayor. Con lo que se profundiza el aumento distorsionado de los precios a favor de los sectores concentrados de la economía, que terminan siendo los principales beneficiarios de los menores precios relativos de los ítems controlados, sea de los salarios, de las tarifas o lo que sea.

¿Quiénes se benefician con la inflación? Mientras en los sectores altamente concentrados los precios crecen mucho más que el índice de inflación (que es un promedio), en los sectores donde hay competencia los precios crecen menos que dicho promedio. Con lo que se produce un traslado de ingresos desde los sectores menos concentrados hacia los sectores más concentrados.
La monopolización (máxima expresión de la concentración) puede darse por el lado de la oferta o de la demanda. En cualquiera de estas dos situaciones, la contraparte siempre es la perjudicada.
También puede darse por ambos lados: monopolio por demanda y por oferta. Como ocurre en el caso de muchos productos intermedios. Por ejemplo en el caso de la leche, donde miles de pequeños y medianos productores no tienen otra opción que vender el producto a una gran usina láctea, que monopoliza la demanda y que, a partir de eso, monopoliza la oferta de productos lácteos: aquí pierde el productor inicial que ofrece la leche y pierde el consumidor final que la demanda.

Entonces “los precios suben”. No, los precios no suben solos, hay alguien que los sube para cumplir con sus objetivos. Y lo hace cuando la situación distributiva le da el poder suficiente como para imponer el precio que más le convenga, con el que pueda extraer mayor ganancia (aún sin preveer que subir los precios sin techo termina a la larga jugando en contra de esos mismos intereses).

Los sectores concentrados ajustan por precios, sin necesidad de aumentar sus inversiones, y los sectores perjudicados carecen de posibilidades de hacerlo, al contrario se descapitalizan.

Reforma impositiva

Siendo coherentes con este diagnóstico, un combate a la inflación no puede desentenderse de una reforma impositiva progresiva y de una estrategia de créditos para aumentar y redireccionar el proceso de inversión.

Detrás de la actitud de negar la inflación, el gobierno saca jugo expandiendo su recaudación, mientras evita encarar el necesario replanteo impositivo. Efectivamente, es la ampliación de la recaudación motorizada por la inflación la que permite cumplir con el pago a los acreedores de la deuda pública y la que permite financiar la abultada cuenta de los subsidios destinados a toda clase de sectores (desde la positiva asignación universal por hijo hasta los negligentes subsidios al empresariado irresponsable presente en los ferrocarriles y en tantas otras ramas fundamentales).


La máquina de hacer billetes y la inflación [RECUADRO DIFERENCIADO DEL CUERPO PRINCIPAL]

Respecto a la difundida idea de que una de las causas predominantes de la inflación es la presencia de una excesiva emisión monetaria, respondemos que la inflación no es un fenómeno sencillo ligado a “la maquinita”. Dicha idea monetarista afirma que si no aumenta la producción y el banco central ordena la impresión de más billetes para una misma cantidad de producto, habrá necesarias remarcaciones para colocar ese excedente de dinero en circulación. Si fuera tan sencillo como “calcular” cuanto dinero es necesario y no imprimir de más ya habríamos encontrado el punto de equilibrio necesario para no cometer errores. Pero ciertamente la mayor emisión monetaria siempre es consecuencia de un aumento de los precios y no al revés; además de que la inflación es un fenómeno estructural y complejo que expresa la relación de fuerzas que predomina en una sociedad. Reconocer que  proceso de formación de precios está íntimamente ligado con  la interacción entre trabajadores y capitalistas, permite comprender qué clase de riesgos podría haber si para solucionar el problema inflacionario se mirara sólo el costado monetario.
Si la interacción entre capital y trabajo arroja una inflación por encima del objetivo de la autoridad monetaria (Banco Central), ésta podría siempre intentar reducir la inflación disminuyendo la emisión de dinero.
Pero el control de la oferta monetaria tiene un carácter adicional, no esencial. Es decir, el banco central no puede controlar cuál de los componentes recibe el impacto de la reducción: la retracción de la oferta monetaria genera una alteración en la distribución funcional del ingreso que depende del equilibrio de fuerzas que tenga lugar en la puja distributiva entre trabajo y capital. Mientras que en algunos casos todo el peso del ajuste monetario podría recaer sobre la acumulación de los capitalistas, en otros ese mismo peso podría recaer sobre la masa salarial de la economía, es decir sobre la participación de los trabajadores en el ingreso total de la economía.

Debido a esto, la expansión monetaria es la variable dependiente del aumento de precios y no al revés como lo plantean algunos. A partir de lo cual, dado que el problema inflacionario es por falta de crecimiento y no por exceso, las políticas fiscales y crediticias deben impulsar la inversión a fin de aumentar la oferta de productos para que la misma no quede atrasada frente a una persistente (y saludable) demanda de bienes.

El crecimiento estancado (o la famosa falta de inversión) genera escasez de oferta. [RECUADRO DIFERENCIADO DEL CUERPO PRINCIPAL]

Para desarrollar un poco mejor la afirmación anterior debemos tener en cuenta que hay rigideces estructurales en la oferta de determinados productos lo cual hace que, ante un aumento de demanda de los mismos, en la dificultad por cubrir esa nueva demanda creciente, aumenten los precios individuales de tales productos. Este aumento se traslada a la estructura de costos de otros productos y a su vez todo esto deteriora el poder adquisitivo de los trabajadores.
En suma, el crecimiento económico cuando llega a su estancamiento por falta de inversión genera desajustes en los precios a causa de la rigidez de la estructura productiva con lo que, en estas condiciones, y por motivos de insuficiencia en la economía productiva, todo crecimiento conlleva un alza del nivel de precios. La posterior consecuencia del aumento de precios generalizado y sostenido, es la necesidad de emitir más dinero para cubrir el monto nominal de las transacciones.

Una política de inversiones en capital básico mejora la flexibilidad estructural de producción y coopera a su vez con el equilibrio pretendido de oferta y demanda global de dinero.

EL PAPEL DEL AGRO, LA INDUSTRIA Y EL COMERCIO EXTERIOR EN LA INFLACIÓN [RECUADRO DIFERENCIADO DEL CUERPO PRINCIPAL]

Uno de los efectos que produce un tipo de cambio alto* en un país con tanta tierra fértil como el nuestro es que quienes exportan soja, maíz, trigo y carne obtienen altísimas ganancias ya que los costos de producción son nacionales (y en pesos) pero los precios de venta en el mercado internacional están en dólares. Si un solo dólar equivale a muchos pesos, las ganancias en pesos son muy altas. Desde la aplicación de este tipo de cambio, la retención de una parte de esa ganancia por parte del Estado ha sido un elemento central para administrar esos ingresos estatales en distintas políticas que favorecieran el crecimiento general. Y esto fue a pesar de que estos sectores de la concentración agroexportadora, al vender en el mercado internacional y ganar fortunas, no quieren ver reducidas sus ganancias a la hora de vender en el mercado interno la parte de los productos que acá consumimos. Entonces se encargan de igualar ganancias subiendo los precios locales (en el 2010 la carne ha sufrido un aumento de precios anualizado cercano al 50%). A esto se le suma: que las compañías exportadoras (no siempre son lo mismo que los productores) se llevan un tercio de la renta agropecuaria;  que hubo una extraordinaria alza mundial del precio de las materias primas; y que no se ha podido evitar su total traslado a la mesa de los argentinos tras el “voto no positivo” que impidió la aplicación de las retenciones móviles a la exportación (como parte de una posible política de moderación de esas ganancias que debía funcionar a favor de la redistribución de esos ingresos). Sumando todo esto nos encontramos con una situación de suba de precios internos que van a la búsqueda de igualar los precios externos.

Ahora bien, vale aclarar que un tipo de cambio alto genera efectos en otros sectores de la economía. Luego de la convertibilidad, el sostenimiento de un dólar caro era un medio para proteger a la producción local frente a la competencia externa. Porque si se necesitan más pesos para comprar un dólar, todos los productos importados pasan a ser más caros que los productos nacionales del mismo rubro, con lo que se protege la industria nacional. Hoy en día la inflación desdibuja los efectos de la política cambiaria antes mencionada, porque genera que los productos importados no sean mucho más caros que los nacionales, ya que la diferencia se achica al haber aumentado los precios de la productos nacionales. Frente a esto, se supone que el gobierno mantiene el objetivo de proteger la fabricación argentina, pero a través de otra herramienta: las trabas administrativas a las importaciones que signaron el período 2008-2012.

Lo que habría que destacar es que esta herramienta es insuficiente porque no ataca al problema de fondo y por lo tanto no logra evitar la reducción del superávit comercial, así como las restricciones a la compra minorista de dólares tampoco alcanza para parar la fuga de capitales. El problema cuyo tratamiento siguen ignorando vuelve a ser la inflación.

Pero por otro lado, volviendo a la cuestión cambiaria, si esta no es abordada integralmente en función de aprovechar lo mejor de cada sector, termina funcionando como un bolso roto que siempre pierde desde algún lado. Dentro de la esfera de la producción industrial se genera una situación compleja porque la matriz productiva nacional sigue siendo dependiente del extranjero y por lo tanto hay equipamiento, maquinaria e insumos que necesita la industria nacional, pero que deben ser importados porque no los fabricamos en el país actualmente.

La solución que nos ofrece el peronismo desde la experiencia histórica está basada en desdoblar el tipo de cambio según el sector de la economía. Un tipo de cambio alto para las exportaciones de materia prima a fin de hacerlas más rentables y competitivas, al tiempo que eso coexistía con un tipo de cambio bajo (devaluado) para que el país pueda comprar en el exterior la maquinaria necesaria que aún no estuviera en condiciones de ser construida aquí. Y esta combinación queda perfectamente completada si hay altos aranceles para la importación de productos terminados y a su vez el Estado controla el comercio exterior de granos obteniendo y manejando (en función de industrializar el país) las altísimas ganancias por la alta competitividad de nuestros productos agrícolas. Esa fórmula es a la que debe aspirar la economía nacional para beneficio de todos, y la que nosotros impulsamos desde el programa de los 21 puntos.

*se denomina “tipo de cambio” al precio de las divisas (en este caso cuánto cuesta comprar un dólar)

INDEC. ¿MENTIR PARA QUÉ?

Durante la última renegociación de la deuda pública, Lavagna cometió el crimen de ligar los bonos de deuda externa al crecimiento de la inflación, por eso durante un tiempo se hablaba que la intervención al INDEC era parte de una “mentira patriótica” para pagar menos. Y los bonos atados a la inflación fueron disminuyendo, pero el problema es que al disimular la inflación, el crecimiento económico del país se contabiliza como mayor y la parte de la deuda externa ligada al PBI aumentó, neutralizando los efectos de la “mentira patriótica”, y dejando un dibujo que genera muchísimos más daños en otros campos.
Al haber “confusión estadística”, este factor incide en la formación de expectativas. Si supusiésemos  que la inflación de este mes va a ser igual a la del mes anterior (aunque en realidad la inflación cambia mes a mes), debemos agregar un factor de incertidumbre acerca de cuál ha sido realmente la inflación pasada y sumarle un valor según el nivel de desconfianza respecto de las mediciones oficiales.

Por ejemplo, una confiable estadística nacional sobre el nivel de evolución de los precios permite a los distintos agentes económicos pautar costos de producción (
los empresarios necesitan conocer los precios fijados por otros empresarios que funcionan como proveedores y en función de ello fijan un presupuesto), planes de inversión o sencillamente saber por dónde andan los precios para ubicar en función de eso los aumentos salariales necesarios para que no disminuya el poder adquisitivo del trabajador. No olvidemos nunca que los trabajadores son también los principales consumidores de los bienes y servicios que generan.

LA PUJA PRECIOS-SALARIOS

En un proceso de inflación, en que la remarcación y el aumento de los precios es sostenido y constante, el salario real de los trabajadores caerá ante cada aumento de precios.
Y para reaccionar a esto está el sindicato, que si demuestra fuerza puede elevar el salario a la par de la inflación. Pero esto no se detiene allí porque dado que los empresarios jamás están dispuestos a disminuir su tasa de ganancia, una vez que esos costos salariales aumentan, ellos aumentan sus precios para compensar. Los salarios volverán a subir para “acompañar” esta inflación y no perder poder de compra, y así cíclicamente se profundiza y agrava la inflación.
Pero el reclamo sindical no es origen ni causa del proceso inflacionario. Forma parte de la rueda inflacionaria como una herramienta de auto defensa de los trabajadores frente a la voracidad de los empresarios, la debilidad de la economía por no haber inversiones, y la arbitrariedad de los grupos concentrados.

UNA EXPERIENCIA POSITIVA
Como se ha desarrollado, la inflación es un fenómeno regresivo para todos los que trabajan, los que permanecen sin trabajo y para todos los sectores con vocación de ganar dinero armonizando sus intereses con el desarrollo de las capacidades de la Argentina.
Además
de los múltiples errores, ninguneos y desprolijidades en las que incurre el gobierno nacional en relación a la inflación (elementos que debe erradicar si quiere encarar el problema), está claro que no podría ensayarse una política superficial para solucionar una cuestión que estructural y recurrente en nuestra economía.

En la historia argentina ha habido experiencias de freno a la inflación que duraron poco tiempo pues se hicieron con una devaluación que cargó los costos a la clase obrera, el pueblo, y la producción nacional, tal  fue la experiencias del plan Austral de Alfonsín. O experiencias contrarias e igualmente regresivas como la convertibilidad con Menem.

Pero también hubo una experiencia de freno a la inflación durante el segundo gobierno de Perón, que no se hizo a costa de los intereses del pueblo trabajador y de la producción nacional. Con una política de ingresos que contempló el mantenimiento de los salarios y jubilaciones en términos reales; con  una política cambiaria diferenciada a favor de las necesidades de importación de la industria nacional combinado con la mejor competitividad de las exportaciones agropecuarias; garantizando la estabilidad del peso a través del manejo del comercio exterior (con el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, IAPI), y con la nacionalización de los depósitos bancarios (por cuenta y orden del Banco Central, que junto con el Banco Nacional de Desarrollo distribuía el crédito blando a favor del consumo y la producción argentina). Así se logró bajar la inflación de 38,8% que fue en 1952, a 4% en 1953.

La actitud del gobierno

Para interpelar la actitud del gobierno nacional frente a la inflación, podemos tomar distintos puntos de vista y analizar algunos indicios.
Puede ser que el gobierno nacional tenga impotencia para resolver el problema de la inflación, o puede ser que además de estar beneficiándose objetivamente con ella, lo haga de manera intencionada. También podría darse que desestime su importancia totalmente.

La idea de que la inflación forma parte de una limitación del gobierno a corregir (sumada a la dificultad de salir de la rueda de mentiras iniciada con la intervención del INDEC) y que por lo tanto todos los sectores sociales y políticos deberíamos brindar apoyo y comprensión nos resulta sumamente improbable dado los últimos indicios del gobierno con su intromisión en las internas sindicales, con su discurso anti gremial y sus últimas medidas en materia de legislación laboral (Ley De Mendiguren –ART). Esto a todas luces nos permite entender que el gobierno nacional ha decidido dejar de profundizar la transformación positiva de la Argentina y que no sólo no está avanzando al ritmo que nosotros le demandábamos sino que ha decidido empezar un ajuste a los trabajadores. Y esto SIEMPRE es regresivo para toda la economía nacional.

El órgano más sensible del ser humano es el bolsillo” –J. D. Perón.

La actual política de desmerecimiento y difamación hacia los sectores laburantes más combativos transpira concepciones anti sindicales, oportunistas y sumamente liberales.  Todo esto lo impulsa el gobierno a través de su prensa y de sus organizaciones políticas. En particular acusan a los trabajadores y a los sindicatos que son ejemplo en la defensa de los intereses de la clase obrera de gozar de buenas remuneraciones. Es decir, acusan a los trabajadores con dignidad de querer defenderla y, sobre todo, de querer progresar. Parece que una persona es más legítimamente trabajadora mientras más sufrida sea su situación, y más válida es su lucha mientras menos posibilidades tenga de avanzar.

De la misma forma en que nosotros no tenemos inconvenientes en que existan empresarios que obtengan buenas y justas ganancias en la medida en que aporten al desarrollo colectivo nacional, no le vemos sentido al escándalo y a la acusación de que  una parte de los trabajadores que reclaman por las falencias del modelo “tienen buenos salarios”. Acusación que tendría que venir de quienes nosotros consideramos enemigos de los intereses del trabajador y de la Patria, pero que viene de quienes hasta hace poco se definían como nuestros compañeros en la construcción de un Proyecto Nacional.

Luego viene la comparación con “el infierno” de la crisis del 2001.
No nos importa si la torta ayer era más chica. Tal como desarrollamos al principio de la nota, nosotros trabajando contribuimos como nadie a su crecimiento. Hoy la torta es más grande y queremos nuestra justa parte.

Defendemos a los trabajadores y al pueblo en general. No hacemos “reclamos políticos” desvinculados de eso. No somos oportunistas ni determinamos “lo que se puede hacer” y lo que no. Aquel que piense que hoy día la situación política y económica sólo nos permite mediocres realizaciones y que entonces no podemos aspirar a recuperar los laureles que supimos conseguir, que repiense su proclama de la política como herramienta de transformación y que deje su proclama de juventud: nosotros sí estamos dispuestos a decir lo que es, lo que debe ser y a luchar por eso.

Muchos dicen que es inaceptable que después de las terribles tragedias por las que pasó nuestra Argentina enfrentemos a este gobierno. Los trabajadores sabemos muy bien de los atropellos que hubo contra nuestra economía, nuestros derechos humanos y nuestra sociedad a lo largo de la historia nacional. Lo sabemos porque los hemos sufrido en la primera línea.

El discurso del funcionariato, la militancia y la prensa oficialista se basa en que ellos son lo mejor que hay en la historia actual, en que no debemos enfrentarlos  porque eso sería debilitar “el modelo”, y en que si ellos se debilitan podrían volver las tragedias…
Pero a nosotros los trabajadores no nos alcanza con el discurso simbólico. Las palabras no son paños fríos para el bolsillo. Desafiamos al gobierno no porque vayamos en contra de su discurso simbólico, sino porque queremos al Estado de nuestro lado en la disputa por la distribución de los ingresos que generamos. Le planteamos esa disputa a los dueños de los capitales trasnacionales que se llevan la riqueza del país, y a los patrones irresponsables enriquecidos a fuerza de subsidios estatales.

Hernán Novara-Juventud Sindical- 20/11/2012

lunes, 19 de noviembre de 2012

LA PROFUNDIZACIÓN ESTÁ EN LA JUVENTUD SINDICAL



En la realidad actual de la Argentina, gran parte de la juventud ha comprendido que participar en política es una necesidad. Perón sintetizaba esa comprensión diciendo que “nadie se realiza en una comunidad que no se realiza”.
Hay quienes lo asumen seducidos por la mística de la militancia que recorre estos tiempos; quienes apelan a políticas de solidaridad entre los sectores excluidos y las organizaciones que los representan; quienes se dedican a hacer buena letra en las agrupaciones alimentadas por el Estado; quienes lo hacen desde su sector laboral organizados sindicalmente y ampliando las fronteras de la discusión laboral hacia la política; quienes lo llevan a cabo desde el ámbito universitario, desde las formulaciones programáticas, o desde un partido político.

Todas estas cosas son legítimas, pero queda pendiente una reflexión en torno a cuales son los ejes y los instrumentos de una transformación integral que de respuestas a las expectativas de cambio sentidas.

           Liberación o dependencia

La Argentina aún carece de Justicia Social, de Independencia Económica y de Soberanía Política que son, sin lugar a dudas, los ejes realizadores de la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación. Nuestro país tiene aún el diagnóstico de un país ocupado por las corporaciones multinacionales, donde es necesario construir la fuerza y la capacidad necesaria para terminar con la estructura de dependencia y con los crímenes neoliberales que desde el Estado y el poder hegemónico se continúan perpetrando.

Es fundamental el conocimiento profundo de nuestros problemas así como de nuestras soluciones (el deber de un militante no es reclamar por un país mejor, sino saber hacerlo). Y en esto dos líneas son fundamentales para cualquier clase de organización o movimiento que se pretenda liberador. Ese nuestro deber patriótico: plantear libremente una política anticolonial comprometida, y a su vez no caer en el sectarismo de “quienes llevan la posta” desoída y solitariamente. En él ya han caído muchas experiencias políticas plantadas de tal forma que han terminado esterilizando la riqueza de sus aportes programáticos. Partidos políticos que se expresan a sí mismos, con un vasto desarrollo de proyectos y propuestas pero aislados de la realidad política popular y, con alguna suerte electoral, volcados exclusivamente al parlamentarismo.  

Y en su contracara, cabe mencionar que muchas de las agrupaciones y organizaciones más difundidas y alimentadas, en su obsecuencia sin límites no contribuyen en avanzar con el más modesto de los desafíos que la Argentina debe afrontar.

Mientras no seamos una Nación libre la justicia seguirá siendo un chiste negro de mal gusto. Ante lo devastador de nuestro saqueo y la “débil” ‘redistribución’ del ingreso – que debido al alto crecimiento económico de la última década alcanzó para incorporar a varios trabajadores al esquema productivo, aunque por su dinámica favoreció enormemente más a las corporaciones financieras, exportadoras y petroleras que al pueblo- la juventud debe ponerse al servicio del Pueblo y saltar el cerco del coloniaje. Debe hacerlo bregando por un proyecto de nación muy distinto, no la nación ‘posible’ dentro del capitalismo dependiente como la actual, esta nación “peor es nada”, sino la NACIÓN JUSTA LIBRE Y SOBERANA.

          La consecuencia social

No alcanza sólo con apelar al desarrollo de políticas de solidaridad entre los sectores excluidos y las organizaciones que los representan, generadas durante las crisis neoliberales que sacudieron nuestro país.

El desocupado, el desposeído, que no tiene casa, ni estudios ni salud ni trabajo es el destinatario natural del Peronismo. Porque allí donde la marginalidad y la pobreza imperan, se encuentra el fundamento más doloroso y brutal de la lucha por la Justicia Social.

Y pese a la dignidad con la que se han podido organizar estos sectores, a través de movimientos y organizaciones sociales, la solución real y definitiva pasa por otro lado. La organización de la emergencia debe tender a formas superadoras que se logren a través de la solución de los problemas de fondo.
Por eso la mayoría de estas organizaciones se han volcado a la militancia política, además de actuar para enmendar la calidad de vida de sus integrantes a partir de iniciativas como la formación de cooperativas, de escuelas populares, la colocación y distribución de planes sociales,  etc.

No obstante queramos o no, un movimiento social es una organización sujeta a los múltiples avatares políticos de su dependencia frente a la administración gubernamental del Estado. Hemos visto a lo largo de los últimos años tanto el furor como el ocaso de muchas organizaciones sociales que, en la mayoría de los casos, no lograron resolver la apremiante circunstancia por la cual se constituyeron.
Descartando el absurdo de que son estos sectores, los más humildes y débiles, quienes deben solucionar por sí mismos la crudeza de sus problemas estructurales y cotidianos, reconocemos también que aquellos que han sido expulsados por el sistema y pelean por ser reincorporados al mismo (además de la necesidad de cambiarlo) tienen limitaciones en su accionar.

Es saludable y auspicioso el ingreso a la política –entendida como arena de disputa de los rumbos del país- por parte de los movimientos sociales. Cualquier organización puede generar una corriente de opinión política y un sistema de ideas en relación a temas más amplios que los de su quehacer concreto y práctico. Inclusive desplegar fuerza, movilización y presencia política para respaldar el reclamo de sus necesidades así como su visión de las cosas respectivas a las soluciones de fondo.  

Todo militante sensible a la causa de su Patria y de su Pueblo puede acompañar por coincidencia en las convicciones ideológicas y políticas, o por indiscutible solidaridad, a estas organizaciones que generalmente se estructuran con criterios barriales respondiendo a esas realidades.
Estos movimientos son un instrumento social para expresar política. Pero en los hechos, y dado su acotado margen de inserción en las estructuras de decisión y poder, esencialmente son un instrumento para organizar la emergencia, las consignas y las reivindicaciones producto de situaciones particulares que muchas veces son el fruto de un determinado período transitorio de la historia.

         Volver a la columna vertebral

La pobreza en dichos términos, la inaccesibilidad al trabajo, a los servicios básicos o a la vivienda digna son el reflejo de una época lamentable que aún no logramos subsanar completamente. Ni la política ni ningún actor social o productivo deben abstenerse de encarar dichos problemas que constituyen un obstáculo para la sociedad entera.
Y en la medida que la Argentina encuentre soluciones a la estructura de su dependencia y a la exclusión a la que somete a una parte no poco importante de su pueblo, estos sectores hoy marginados serán reincorporados al sistema productivo, al trabajo y a la dignidad.

Es por eso que los ineludibles y legítimos custodios de los intereses del pueblo son los trabajadores y sus estructuras sindicales. Y podrán realizar la tarea aquellos dirigentes que se precien de interpretar y de llevar adelante la lucha por las conquistas económicas y sociales de los trabajadores que representan. Ello sin menoscabo de los frentes políticos y sociales que deben formular para alcanzar sus objetivos. Como diría Perón, los trabajadores son la columna vertebral del Movimiento Nacional y del Peronismo. Y esto no es un arrebato nostálgico, es una afirmación de la Doctrina Justicialista, formulada hace más de 60 años pero aún vigente en sus aspectos fundamentales:
El instrumento principal de la liberación nacional sigue y seguirá siendo el movimiento obrero organizado, porque éste es el único capaz de defender con carácter permanente al motor de las sociedades que es el trabajo, y debe ser capaz de hacerlo más allá de las vicisitudes políticas de las administraciones semi-coloniales de turno.
Y al respecto de esto último, es necesario hacer un reparo para no caer en negaciones totales o en simplismos reduccionistas que limiten la mirada sobre la complejidad de la obra emancipatoria. No todos los gobiernos son iguales, aún cuando ninguno de ellos provenga de la entraña del movimiento obrero.

En relación a eso, la discusión de los protagonismos es un tema aparte. En todo caso un gobierno de los trabajadores es aquel en donde, más allá de nombres o procedencias,  el interés del trabajo está expresado en los espacios de poder fundamentales y este propósito es el que conduce en el marco de las grandes causas nacionales.

Hay quienes dicen que en la actualidad la proporción de obreros fabriles sobre el total de la población es cada vez menor; que su participación en el aporte al producto bruto de una sociedad es cada vez más relativa y menos directa, debido a la intrincada estructura económica a la que asistimos; que la presencia de una nutrida clase media con sus profesionales generan prescindencia respecto de las organizaciones sindicales; que la creciente incorporación de tecnología a la producción significa inexorablemente mayor productividad con menos trabajo y menos trabajadores; etc…
Pero pese a las mutaciones en la conformación de las sociedades y en sus modos de producción, las disyuntivas siguen siendo las mismas y el eje estructurador para todas las actividades, oficios y profesiones sigue siendo el trabajo: qué trabajo, quien lo ejerce, quien lo brinda, quien lo regula y en función de qué objetivos generales. Ordenar esos parámetros orientados por el interés de los trabajadores es la tarea de un gobierno popular.

         La inclusión y la Justicia Social

El proceso de inclusión social llevado adelante por este gobierno, fundamentalmente a través de la asignación universal por hijo, es una política acertada que debe ser acompañada por todo el espectro social y económico. No obstante, los compromisos asumidos por el Estado para llevar adelante estas políticas sociales no deben ser financiados con impuestos o restricciones cada vez mayores sobre los salarios o derechos de los trabajadores formales.
No son los trabajadores quienes deben pagar la inclusión social de los trabajadores desocupados.
Muy por el contrario, la responsabilidad de los gobiernos es componer una política económica generadora de empleo. Es decir que el hoy desempleado recupere la verdadera dignidad, que es la otorgada por el trabajo en buenas condiciones,  con obra social, aportes jubilatorios, aguinaldo y demás derechos laborales conquistados a través de la historia. Pero entretanto haya que salvar la urgencia, las políticas de estimulación al consumo deben ser financiadas por una política tributaria progresiva, con una creciente carga sobre los grandes grupos económicos trasnacionales en su mayoría, así como también los locales. Porque son aquellos quienes más saquean nuestros recursos, quienes conservan el privilegio de contribuir con sólo el 50% de los aportes patronales, quienes evaden al fisco y quienes son los verdaderos responsables de la innegable inflación en curso por no invertir en capacidad instalada o remarcar precios prematuramente a fin de obtener exuberantes ganancias.
Por no actualizar los topes salariales de las asignaciones familiares ni tampoco subir el mínimo no imponible, el Estado recauda vía la inflación a expensas del esfuerzo de los trabajadores mucho más que a costa de los beneficios empresariales.
Eso no es redistribución del ingreso en función de la justicia social; eso es dejar hacer por arriba y repartir los restos por abajo.
Con el gran crecimiento económico que ha vivido la Argentina, crecimiento que no ha sido desarrollo, nos hemos distanciado mucho de la crisis nacional que generó el paradigma neoliberal. Es hora entonces de dejar de hacer un ejercicio permanente de contraste entre el presente y un pasado claramente nefasto, hora de dejar de compararse para abajo. La conciencia popular tiene memoria de los niveles de justicia, independencia y soberanía que supimos conseguir. Esa conciencia es la brújula de nuestro país.

       La perspectiva

Para asegurar la durabilidad y la profundización de las conquistas del movimiento obrero, lo distintivo debe ser precisamente el hincapié  en la construcción de un Proyecto Nacional. Quien no comprenda la cuestión nacional como cuenco de las necesidades populares, probablemente redundará sus aspiraciones en una mera vaguedad inconducente o en conflictos sectoriales viciados de estancamiento social y político.

Nuestro deber es aportar activamente al proceso en curso, en lugar de esperar o justificar. Un Proyecto Nacional como el que queremos cimentar y un gobierno de los trabajadores como el que queremos construir, requiere abrigar al gobierno actual con la fuerza de las demandas de la clase trabajadora, para proteger y completar nuestros derechos así como para profundizar, con eje en el pueblo, el camino iniciado. Es necesario reforzar los aciertos de gestión pero sin obnubilarse. Más allá de los avances, la estructura de la dependencia colonial no ha sido derrotada. Falta construir la Patria Justa Libre y Soberana.


Hernán Novara. novaa.h@hotmail.com 25/09/2012  

sábado, 29 de enero de 2011

nacionalizar la juventud, rejuvenecer la patria

Quiero saber si se imaginan, si proyectan el mismo país que yo. Estoy satisfecho y feliz cuando puedo visualizar bien el destino de la Gran Nación.
La plenitud de nuestras soberanía alimentaria, energética, ambiental, productiva. Un país integrado, punta de la tecnología y la ciencia en pos de lo social y lo ecológicamente sustentable. Un territorio fértil, con diversidad, heterogeneidad cultural en permanente interacción democrática, cooperativa y participativa. Estado y sociedad, sociedad y Estado.

País federal, donde el hacinamiento del conurbano bonaerense es reemplazado por el esparcimiento y el mejor aprovechamiento productivo de nuestro territorio. La capital se muda del Río de la Plata al interior, se muda o se multiplica.

El poder Judicial se reviste de transparencia, agilidad y democracia. Saneamiento y reforma integral del sistema policial bonaerense y de toda la Nación y sus jurisdicciones. Investigación por parte de la Justicia y de los vecinos de comisarios y oficiales. Nuevo rol de la policía en la prevención de la seguridad y la dignidad humana. Delegados vecinales con comunicación directa a las comisarías y asistencia mutua. Se democratiza y participa el poder político, se transforma en comunitario.

La economía planificada y social es pujante, y nacional. Se industrializa el país en el origen de la cadena productiva. Se recupera la pesca, el petroleo, el agua. Argentina se ilumina y su luz da cobija a todos los pueblos de Latinoamérica y el mundo, bajo el principio de la solidaridad y el esfuerzo conjunto. Predomina el vivir bien común, por encima del vivir mejor, a costa de otros.
Un pueblo feliz, donde se renueva la alegría y la esperanza, y donde todos tienen un trabajo con dignidad y felicidad: valores renovados donde mueren el esceptisismo y la sensación de fracaso. Igualdad de derechos y obligaciones, cada mujer y cada hombre crean y genera mancomunadamente.
Los millones y millones de litros de agua que se escapan al oceano son canalizados en los ríos, para vías de comunicación e irrigación de las zonas desérticas, con altísimo respeto por la conservación de la vida. Así, de la patagonia al paraíso.

Gran reconciliación anímica y cultural, nacional y latinoamericana. Se olvidan los rencores, y la purificación espiritual del pueblo será la gratitud pujante de todos los días. Marcharemos hombro a hombro, ladrillo a ladrillo, del país a la Gran Nación.

Esto es solo la punta de un ovillo de entusiasmos y esperanzas.


Si tiramos más de la madeja FEBO ASOMA,



¡Viva la Patria!

lunes, 25 de octubre de 2010

Mariano Ferreyra I

Tengo que decir que me da con mucho dolor todo esto. Este asesinato, y toda esta impunidad arrastrada. Me pegó muy hondo y casi en lo personal este crimen.
Con esto, reviso mi militancia cada 5 minutos y lo que quiero aportar con toda mi cabeza, mi corazón y mis manos para que nazca y se pare lo verdaderamente nuevo sobre esta superficie podrida.

No se esperen grandes análisis ni intervenciones novedosas. Más que nada revulsión.
Me genera muchísimo asco y rechazo la manipulación que en el plano de la politiquería (en reemplazo de la política, como es regla infalible desde hace años) realizan distintos sectores partidarios y mediáticos. Así como también (más allá de las generales mediocridades) me genera bronca el papel desempeñado por estos campeones de la falacia y la manipulación conocidos como funcionarios, y ni hablar de la amargura que me causa la exacerbasión lamentable de la más triste militancia juvenil reclutada para "bancar a Cristina" y al Gobierno Nacional, pese a todos los aspectos 'progres' que a éste debe reconocersele.

Mucho podría aportarse sobre como se maneja ese triángulo de la corrupción constituido por la cúpula de la burocracia sindical ferroviaria, la Secretaría de Transportes y los concesionarios. La escandalosa tercerización que realizan los concesionarios es una herramienta para reducir los costos laborales y afectar la sindicalización y democratización de los espacios laborales.
Y no es menor señalar que juegan aquí también los enormes e infinitos subsidios con que el gobierno premia a las concesiones ferroviarias alimentando, aun más, este triángulo nefasto.

Hay muchas cosas que no puedo decir ahora, simplemente por incapacidad. Dolor, bronca, angustia, reflexiones cruzadas, me hago promesas, caminos que marcan, y mucha mucha fuerza.


Como siempre, no pido que se esté de acuerdo conmigo o mis valorizaciones, y menos aún por este espacio.
Quiero compartir algo que me llegó por mail (y fue el disparador original de esta nota), que es una de las huellas que alguién dejó expresando, con sus matices, mucho de lo esto me causa y genera.
Aunque los links desalienten la continuidad de la lectura, el esfuerzo es mínimo:

Fuegos de Oktubre. - Helena
http://artepolitica.com/comunidad/mariano/

Todo lo demás no importa.

miércoles, 14 de abril de 2010

Información para el vecino de la ciudad más linda del mundo


Me costó descubrir la porteñidad. A los 18, al salir del conservatorio en el barrio del Abasto, con la sensibilidad que me da la música en todas las partes de mi ser, escuchando unos tangos en la dos por cuatro, me di cuenta. La descubrí y la sentí en toda su plenitud, con sus bellísimos gestos, y su virtuosismo personal.

Durante mucho tiempo desdeñé y menosprecié a esta ciudad, por ser ella y por ser una ciudad como todas. Siempre fui más de la tierra que del asfalto. Criollo, gaucho. Del puerto, y su excentricismo semafórico y de chimenea, no tanto. Aún así, con mis ideas federales y un rechazo ideológico a la gran ciudad que arrastro de chico, surgió un sentimiento, a mis 18 años en el barrio del Abasto, de una belleza mística inconmesurable. Nada que contradiga la esencia de mis principios: siguen firmes. Nada que tenga que ver con ellos, sino una evolución emocional, espiritual...¿qué se yo, viste? Me gustan sus barrios y calles de adoquín, sus vecinos en la puerta de Pompeya saludando con un mate, y la sonrisa en la cara mientras la cabeza se inclina. Me gusta ese nosequé de Buenos Aires, de las avenidas para adentro y de sus parques, como también de sus calles largas, principales.

Disfruto con el alma la sonoridad de sus historias, la musicalidad de su tango, que tiene asociado a mi cuerpo un amor muy grande.

La estoy empezando a querer y porque tal vez la veo como desde un exilio. Mis movimientos están quietos y mis sentidos sensibilizados, y el sol que pasa entre los árboles mientras escribo esto inunda cariñosamente de calidez mi rostro y mis manos.

Desde un exilio, como si estuviera lejos y fuera, y pensara en el encanto de la sonrisa de Gardel. Un exilio, como si me hubieran ido y echado, y en donde mi mirada parte de atrás de mis ojos, y mi craneo es la carcel desde donde sobrevuelo tranquilo la atmósfera, el paisaje, el momento porteño.

martes, 19 de enero de 2010

Sánscrito

Sánscrito, verborrágico, antinómico.
Piel de espuma, color floreado.
Rabia de saliva, manteles verdes
Tantas cosas que van a parar sueltas al lavavajillas
Mientras, el cocodrilo del desagüe se traga y chupa todo
El agua de los albañales.


Tengo un papel plegado, que hubiera sido un avión si hubiera sabido hacerlo, pero solo es un bollo, que entonces, creo, viaja más rápido.
Mil hojas que son de otoño y llenas de bichos huraños y otras cosas en la tierra, tengo en un cuaderno encerradas. En ellas yo escribo estos preludios que se sienten sólo cuando se está ausente de uno, estando estrecho de uno mismo y no solo, sino con concurrentes gentes rodeándolo. Mientras avanzo con la tinta, todo se reproduce en mi antebrazo. Como si ese pinchazo a la hoja me tuviese que ser devuelto, cuando bajo de renglón, cuando cambio de historia, una pluma y un tintero me sellan y me rasgan la piel mas exterior, y todo lo que había escrito anteriormente pasa a quedar mas grabado en mi piel que en la hoja, como una injusta recompensa, como una marca inevitable.

En esta paradoja, la pauta de que la tinta que yo expulso quedará en mí más que en otro lado, está encerrada en el precepto monótono de lo que es inexplicable e ineludible, así como bichito cualquiera de maceta está encerrado todo el largo del día en un balcón solito y solitario balcón sin colores y sin sombras, sin la luz del sol calido, sin la bocanada de aire fresco.
El balcón sin enredaderas, no tiene ningún flequillo que caiga mas allá de sus posibilidades, porque no tiene cabellera verde, ni azul ni violeta.

Solo hay en mi balcón negro, sucio y desprolijamente encerado, una reja y luz tenue, de amarillo resplandor lóbrego, de lámpara callejera que pende de un poco de cobre, en que los pájaros tranquilos se reposan, y en donde mueren desplumados, con corriente electro-venenosa en su desparpajo ruidoso por salvar el cuerpo. Ahora si, cae planeando una de sus plumas a mi balcón sin luz, y el árbol de allá en frente ya se queda desnudo de tanto expulsar inquilinos amarillentos, los cuales yo tomo, y con la pluma sucia de sangre eléctrica, escribo esto que se rompe en mil pedazos.

Cuando avanzo en este relato, mientras siga con estos rodeos, la pluma desgreñida de aquella ave alguna vez en caída, que es la que estoy ahora empuñando, craquelará la superficie de mi testimonio, la planta de mi suelo. Si, ahora mismo, ya está fragmentando el tallo y el cuerpo de la hoja donde escribo, y tengo que malabarear para continuar el relato, si ya está quebrando mi piel y mi papel y mi seca hoja para hacer caer de a pedazos mi escaso recuerdo de lo que ya ni sé qué estaba contando. Cuando no es seguro donde escribo, nada de lo que intentare tendrá sentido, pues se derrumban los significados y revueltos en el piso quedan; y porque sin aire no hay sonido que claro sea.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Aflicción.

Yo soy quien mantiene inerte lo que me rodea,

conservo y creo la estructura que me dio

a aquellos que no están conmigo.

Me entregaron una dinámica pasiva,

con su puntualidad absoluta y su externa

demanda excesiva.

Lanzaron me, sin otro punto de fuga, a la misma

Hostil estructura.

Exhalar, para que en cada suspiro, devuelva el aire

a esta atmósfera inundada, y ellos respiren

mi silencio cobarde. Y ellos respiren su parásito

Que me duerme



Romper este soñoliento estado,
vencer esta inercia es necesario
para los que no pueden, como yo sí,
ni si quiera afligirse de este modo literario.
Si hay que, de día a día, noche a noche,
endurecer el pecho, salir
de frente y espantar los temores,
No hay tiempo ni lugar para los lamentos, ni caprichos,
de un literato y escritor afligido.
No hay tiempo, ni espacio, para letras y tinteros
de un lagrimeo estilizado,
que mira desde lejos cómo la guadaña de esta injusticia
pareciera no alcanzarlo.

Lo importante no es solo poetizar,
sino preguntarse en qué estado estamos,
los de más arriba y los de abajo,
y apurarse.
Porque no son nuestros los profundos dolores,
no son nuestros los tiempos, ni el aliento ni el descanso;
Son los tiempos del que corre el hambre y la miseria,
de los chicos en la calle que ya afónicos,
y casi sin despegar los labios,
piden un profundo cambio.

Intento controlar este pulso apresurado,
estas letras desprolijas.
Hacer una pila de ellas, armar un rompe cabezas de significados,
corregir la ortografía y acomodar los esquemas…

Pero no hay mano que vuelva tanto sobre sus pasos, que dude, cuando se trata de sobrevivir la adversa vida impuesta. Cuando, a sello de sangre, hay que soportar las penurias e intentar seguir adelante.
Y pienso, ¿qué hago acá, con mis dedos temblorosos, desorganizados, pulsando el abecedario, escribiendo tanto?
Esta mano que dibuja palitos en la hoja, y que verdaderamente pertenece a otro, ¿qué hace en este momento, por hacer posible lo que es necesario?

Hernán Novara.

“Descendientes del bostezo ya no hay techo que nos cubra del diluvio…”
-G. Pesoa