martes, 19 de enero de 2010

Sánscrito

Sánscrito, verborrágico, antinómico.
Piel de espuma, color floreado.
Rabia de saliva, manteles verdes
Tantas cosas que van a parar sueltas al lavavajillas
Mientras, el cocodrilo del desagüe se traga y chupa todo
El agua de los albañales.


Tengo un papel plegado, que hubiera sido un avión si hubiera sabido hacerlo, pero solo es un bollo, que entonces, creo, viaja más rápido.
Mil hojas que son de otoño y llenas de bichos huraños y otras cosas en la tierra, tengo en un cuaderno encerradas. En ellas yo escribo estos preludios que se sienten sólo cuando se está ausente de uno, estando estrecho de uno mismo y no solo, sino con concurrentes gentes rodeándolo. Mientras avanzo con la tinta, todo se reproduce en mi antebrazo. Como si ese pinchazo a la hoja me tuviese que ser devuelto, cuando bajo de renglón, cuando cambio de historia, una pluma y un tintero me sellan y me rasgan la piel mas exterior, y todo lo que había escrito anteriormente pasa a quedar mas grabado en mi piel que en la hoja, como una injusta recompensa, como una marca inevitable.

En esta paradoja, la pauta de que la tinta que yo expulso quedará en mí más que en otro lado, está encerrada en el precepto monótono de lo que es inexplicable e ineludible, así como bichito cualquiera de maceta está encerrado todo el largo del día en un balcón solito y solitario balcón sin colores y sin sombras, sin la luz del sol calido, sin la bocanada de aire fresco.
El balcón sin enredaderas, no tiene ningún flequillo que caiga mas allá de sus posibilidades, porque no tiene cabellera verde, ni azul ni violeta.

Solo hay en mi balcón negro, sucio y desprolijamente encerado, una reja y luz tenue, de amarillo resplandor lóbrego, de lámpara callejera que pende de un poco de cobre, en que los pájaros tranquilos se reposan, y en donde mueren desplumados, con corriente electro-venenosa en su desparpajo ruidoso por salvar el cuerpo. Ahora si, cae planeando una de sus plumas a mi balcón sin luz, y el árbol de allá en frente ya se queda desnudo de tanto expulsar inquilinos amarillentos, los cuales yo tomo, y con la pluma sucia de sangre eléctrica, escribo esto que se rompe en mil pedazos.

Cuando avanzo en este relato, mientras siga con estos rodeos, la pluma desgreñida de aquella ave alguna vez en caída, que es la que estoy ahora empuñando, craquelará la superficie de mi testimonio, la planta de mi suelo. Si, ahora mismo, ya está fragmentando el tallo y el cuerpo de la hoja donde escribo, y tengo que malabarear para continuar el relato, si ya está quebrando mi piel y mi papel y mi seca hoja para hacer caer de a pedazos mi escaso recuerdo de lo que ya ni sé qué estaba contando. Cuando no es seguro donde escribo, nada de lo que intentare tendrá sentido, pues se derrumban los significados y revueltos en el piso quedan; y porque sin aire no hay sonido que claro sea.

2 comentarios:

LeaN BuKa dijo...

Wau, la verdad me impresiono, me hace acordar un poco a "No se culpe a nadie", o a "Carta a una señorita de Paris", donde la locura final es abrumante. Felicitaciones. Me gustan esos relatos y es manera de contar experiencias. Un saludo

www.ssaynomore.blogspot.com

locucho dijo...

Quizá sirva esa pluma para que broten alas, quien dice. Y si de allí salen más plumas, será mejor acaso; será avanzar diez casilleros, de los miles.