miércoles, 17 de junio de 2009

La hora de los hornos

El pueblo de un país recolonizado como el nuestro no es dueño de la tierra que pisa, ni de las ideas que lo envuelven, no es suya la cultura dominante, al contrario: la padece. Solo posee su conciencia nacional, su capacidad de subversión. La rebelión es su mayor manifestación de cultura. El único papel válido que cabe al intelectual, al artista, es su incorporación a esa rebelión testimoniándola y profundizándola.

No hay en América Latina espacio para la expectación ni para la inocencia. Uno y otra son sólo formas de complicidad con el imperialismo. Toda actividad intelectual que no sirva a la lucha de liberación nacional es fácilmente digerida por el opresor y absorbida por el gran pozo séptico que es la cultura del sistema.

Nuestro compromiso como hombres de cine y como individuos de un país dependiente no es ni con la cultura universal, ni con el arte, ni con el hombre en abstracto; es ante todo, con la liberación de nuestra Patria, con la liberación del hombre argentino y latinoamericano.

A diferencia de las grandes naciones, en nuestros países la información no existe. Vegeta una seudoinformación que el neocolonialismo maneja hábilmente para ocultar a los pueblos su propia realidad y negar así su existencia. Provocar información, desatar testimonios que hagan al descubrimiento de nuestra realidad, asume objetivamente el Latinoamérica una importancia revolucionaria.

Un cine que surge y sirve a las luchas antiimperialistas no está destinado a espectadores de cine, sino, ante todo, a los formidables actores de esta gran revolución continental. No pretende más que ser útil en el combate contra el opresor. Será por lo tanto, como la verdad nacional, subversivo. Llegará apenas a reducidos núcleos de activistas y combatiente y sólo a través de ellos y desde ellos podrá trascender sobre capas mayores. Su estética deviene de las necesidades de este combate y también de las inagotables posibilidades que este combate le brinda.

LA HORA DE LOS HORNOS, antes que un film, es un ACTO. Un acto para la liberación. Una obra inconclusa, abierta para incorporar el dialogo y para el encuentro de voluntades revolucionarias. Obra mareada por las limitaciones propias de nuestra sociedad y de nosotros, pero llena también de las posibilidades de nuestra realidad y de nosotros mismos.

Fernando Pino Solanas- Octavio Getino (en exilio: Pesaro, Italia, junio 1968)